«A nosotros, los más fugaces. Todo una vez, solo una. Una vez y nada más. Y nosotros también una vez. Nunca otra. Pero este haber sido una vez, aunque sea una sola: haber sido terrena, no parece revocable».

Reine María Rilke

Nos entusiasma explorar el mundo de cada cliente y sumar con nuestra experiencia, el diseño arquitectónico para el desarrollo de la vida que ahí sucederá.
Tocar la materia, las herramientas, modificar los elementos, unir las partes, pensar con las manos y aprender haciendo. Nuestro oficio es agregativo y en todo vemos una oportunidad de crecer en el arte de construir.
Sumamos la original idea de quienes se acercan a nuestra oficina, nuestra experiencia y pasión y juntos descubrimos el regalo que siempre guarda el lugar, y solo se revela con la obra imaginada en pie al proyectar su sombra, descubrir las vistas y experimentar la luz, los sonidos y la experiencia del espacio.

La reflexión sobre la fugacidad y la oportunidad de esa única vez, inaprensible como el río de Heráclito. Nos pone en un lugar de humildad frente a los proyectos, de respeto frente al lugar y de hermandad junto al cliente.

El infinito interior, la sombra conecta de una extraña manera con el terreno, el entorno, nuestra precaria capacidad de entender y acceder a lo/los que nos rodea. Cuando empezamos a dibujar la sombra por un punto, ya ha cambiado al llegar al otro, sabemos que guarda lo íntimo y genuino, eso que sabe el cuerpo mejor que la mente, pero siempre se mueve y se nos escapa. Mirar hacia adentro, hacia nuestro propio abismo es la aventura posible, no es un viaje en el tiempo ni en el espacio, es un trayecto psíquico que recorre el espesor de nuestros propios bordes.

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